Recuerdos de un olvidado


Paseando con mis perros un domingo por la mañana, vi de lejos un basurero con muchos objetos tirados en el suelo. Cuando me acerqué más al lugar me di cuenta que eran fotos y objetos personales de alguien. Saqué mi teléfono y mientras me las arreglaba para sostener a mis perros, le tomé un par de fotos a las cosas solo por curiosidad.
Cuando llegué a mi casa las revisé. La cantidad de detalles e historias que encontré en ellas, me dejó con una sensación de inquietud respecto a la historia de esa persona, así que tomé mi cámara y salí nuevamente a investigar un poco más.

︎ La Reina,  Santiago de Chile
Cuando volví al lugar decidí no tocar nada, un poco por respeto, un poco por superstición. La primera sensación que me dio fue de tristeza por ver fotografías en la basura. Luego miré un poco más y vi tarjetas de crédito cortadas por la mitad, clips, y otros papeles que parecían ser artículos de oficina. También habían varias fotos de carácter político. Pensé que podría tratarse de una historia relacionada a un fraude estatal o algo por el estilo. No quise leer nada para poder imaginar mi propia versión de la historia.
Luego mi vista se fue de lleno a unos lentes que hasta ese momento, habían pasado desapercibidos. Tenía la idea de que la persona podría haber sido hombre y por los lentes empecé a imaginarme su apariencia. Lo primero que se me vino a la cabeza fue alguien mayor en traje café, lo visualicé con gafas y me gustaría pensar que  también usaba sombrero. (Quizás de haber pasado más temprano lo habría encontrado).


Algunos personajes de las fotografías se quedaron mirándome con ganas de revelarme más detalles de la historia. Otros, hicieron de contexto para imaginar más aspectos de este hombre misterioso. Tal vez en la familia le decían “tata”. Lo vi en mi mente de baja estatura, pelo corto y bien arreglado debajo del sombrero, reloj dorado con correa negra y un pañuelo perfectamente doblado en la solapa de su traje café. Lo veo en otro Santiago, caminando decidido a su notaría. (Pienso que pudo ser notario).



Quizás en su juventud fue deportista y participó en alguna olimpiada, tal vez el deportista fue su hermano y él solo conservaba su camiseta. No lo sabremos.
Por la letra de sus apuntes y ciertas cosas que conservaba, lo imaginé sensible y detallista. Descubrí que se llamaba Gustavo y que era creyente. Probablemente la cantidad de tarjetas de comercios revelaban que como todo chileno, era una persona con deudas.




Este breve proyecto presenta un último homenaje a la memoria de don Gustavo Porras Zúñiga, o “tata Gustavo” como quizás le decían sus cercanos. Lo imagino como un hombre bueno y querido en su familia, lleno de historias y anécdotas, regando el jardín en calma recordando su vida.
Lo imagino con su sombrero, camino a la notaría.