QUINTAY
Un viaje postergado por casi un año hace que, a pesar que la duración de este sea apenas de una noche, se convierta en todo una experiencia.
En ciertos momentos transcurren días, semanas y meses y no nos damos cuenta como pasa el tiempo y en otros en cambio, dos días se aprovechan al máximo y se siente como si fuera mucho tiempo.
Se logra rescatar la mayor parte de estímulos del viaje y se tiene en el recuerdo una experienca muy nutrida de momentos memorables.
La sensación de dejar nuestro lugar habitual de rutina hace que saliendo de él, automáticamente todo parezca atractivo. El paisaje se torna llamativo hacia donde se mire y el mejor recibimiento a este descanso es un grupo de perritos paseando a un costado de la carretera.
Las personas que visitan la costa disfrutan del entorno en forma personal o con sus queridos, atesorando momentos que recordarán posteriormente.
Un breve bosque tupido esconde la playa para generar ansiedad y hacer que este primer encuentro con ella tenga mayor impacto.
La luz del sol en la tarde sirve para jugar entre las diversas texturas que se encuentran en la playa. A esta hora la iluminación cambia constantemente y se descubren nuevas escenas hacia donde se mire.
Alejándose un poco de la costa principal se crea una mayor desconexión al aparecer paisajes que se asemejan a estar por primera vez pisando un planeta desconocido.
Cada uno vive esta experiencia a su manera. Proyectando tal vez sus próximos panoramas en lo que queda de estadía o dándose un tiempo para contemplar el entorno.
De vuelta desde la playa aparece en lo alto del cerro un bosque como un laberinto infinito en el que se pueden imaginar todo tipo de historias.
El lugar que nos cobija transmite calma y tranquilidad y nos hace pensar en todas las experiencias vividas en una corta estadía pero aprovechada hasta el último momento.